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jueves, 3 de julio de 2008

Me preguntás como me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis mascaras -si; las siete mascaras que yo mismo me había confeccionado, y que lleve en siete vidas distintas-; corrí sin mascara por las calles atestadas de gente, gritando:

- ¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!

Hombres y mujeres se reían de mi, y al verme, varias personas llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:

- ¡Miren! ¡Es un loco!

Alcé la cabeza para ver quien gritaba, y por vez primera el sol beso mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener mascaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:

- ¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que se robaron mis mascaras!

Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad, y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejes que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado esta a salvo de otro ladrón.


El Loco - Khalil Gibran
- 1918 -




1 comentario:

DIEGO dijo...

Muy bueno, interesante "blogueo" (se dice asi?). Debe ser la única situación en que le deberiamos agradecer a los ladrones por hacer lo suyo...

espero que estes bien.
Beso